martes, 27 de agosto de 2013

La civilización del espectáculo desde mi ojo.

El triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad en la política, la sociedad, las culturas la música y de la vida en general llevan a que el siglo XX sea un siglo  light en el que vale más la marca de los objetos que la vida misma.

El periodismo ya no se trata de informar a las personas, ahora se trata de quien tenga el chisme primero, son más escuchadas, leídas o vistas las noticias faranduleras, de populismo internacional o de muertes mórbidas, nos encanta ver y mostrar, ¿se habrá perdido por completo la privacidad? Los valores se han desvalorizado, ahora ese lugar lo ocupa la curiosidad por saber del otro y no precisamente como forma de investigación antropológica, la diversión que causa saber sus desgracias o la envidia de no estar en su lugar.

La monotonía y el confort  que da el hogar se han vuelto parte de la vida, la rutina cada día consume más al ser humano y este no parece estar aburrido de ella, por el contrario si algo falla busca la manera de volver a ella, es simplemente un animal de costumbres al que le da miedo salir de su madriguera.

La creación de reglas, para mantener otras reglas en regla,  se ha convertido en la forma de ponerle la correa y el bosal a todos, por eso se siente miedo cuando un perro “potencialmente peligroso” se lo suelta, es como si decir o hacer algo fuera de la normativa estuviera mal, espero que sea posible alguna vez que todos nos demos cuenta que hay otro tipo de vista que puede ser diferente, sin miedo y sin prejuicios (apreciación intima).

Las otras culturas intimidan, ponen a pensar y eso parece peligroso, es como si crear imaginar o inventar fuera a destruir a la humanidad (ya pasadas 2 guerras mundiales el resto es como peluquiando bobos), cuesta pensar por sí mismos, recostarse en la ideas del prójimo no solo parece light.

Cuando la humanidad entera deje de pensar que la vida es solo recochando o que solo existen las responsabilidades cuadradas, es decir logremos un equilibrio en el que vivir sea realmente vivir sin preocuparnos por el chisme del otro o del que voy a ir a postear en Facebook, podremos estar hablando el mismo idioma.
Bella.

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