Eduardo Tilaguy, NRC 6140.
Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica. Nosotros todavía nos lo creemos, pero ¿acaso no seremos un recuerdo? ¿Somos reales? ¿Virtuales? ¿Dónde están los periodistas qué le apuntan al cambio o a transformar las realidades?.
Vivir
en un mundo en donde los programas que hoy en
día vemos no dejan mensaje alguno, ni siquiera
dan ganas de
realizar una crítica constructiva al respecto,
es tan absurdo lo que se ve en la televisión, que casi no hay necesidad de
pensar un poco más allá de lo que estamos viendo, ya que nos están dando todo
tan “masticado” que muy
pocas personas hacen el esfuerzo de ver más allá de lo que se nos muestran.
Tal
parece que el mundo de la farándula no está tan
movido últimamente, como si lo está nuestro
diario acontecer, todo por cuenta del paro
agrario, los desmanes del grupo ESMAD y la reanudación de los diálogos de paz en la Habana. En tanto
a nuestra pantalla chica, en materia de rating sigue liderando la
teleserie “La selección” y gracias a la “revolución” armada por Miss Analía Michelengeli
en el vilipendiado reality “Protagonistas de nuestra Tele” del canal RCN,
motivada la argentina a treparlo ¡a la fija ¡ en el primer lugar de los
programas más vistos de la franja triple A, ha logrado con su cuestionada
estrategia de eliminación abrupta de participantes de “bajo rendimiento
actoral” un leve repunte en los niveles de audiencia, que hoy ubican a este
formato de tele-realidad (si así puede llamársele) en
el cuarto lugar.
La
televisión colombiana lleva más de seis años sumida en una nefasta encrucijada
creativa con tendencia crónica y con muy pocas expectativas de generarse a
mediano plazo un radical y necesario giro de 180º, que nos permita disfrutar
una televisión de calidad que no siga insultando descaradamente nuestra
inteligencia; tal parece que el inexorable cambio generacional, la desaparición
de los grandes libretistas y maestros creativos forjadores de una identidad
narrativa propia en la televisión, sumando a ello la creciente demanda de un producto ”homogéneo” y “universal” requerido tras las
controvertidas alianzas con las grandes cadenas internacionales, han llevado a
que paradójicamente la creatividad caiga en un repentino y tedioso
estancamiento.
Las
tendencias y gustos de la impredecible, quejambrosa
e infiel teleaudiencia colombiana, parecen haber
sufrido también una inclemente metamorfosis. Hay una complacencia un tanto
masoquista ante los productos que ofrece la actual parrilla televisiva; la gran
mayoría pega el grito en el cielo por la proliferación de las narco series que hacen apología al delito y los
antivalores, de vergonzosos y fútiles realities
que exacerban el morbo, de esas telecomedias populacheras y absurdas que rayan hacia lo ordinario o son la burda copia de la comedia
gringa, de teleseries con tintes de ficción acerca de la vida de famosos, la mayoría hechas al garete, o las trilladas historias de
prepagos. Pero al parecer pese al poco halagüeño panorama televisivo
actual, la mayoría se deleita CONSUMIENDO esta
llamada “televisión chatarra”, sólo basta con ojear los índices de audiencia de los mismos,
para darse cuenta de ello.
Se
busca comunicadores CREATIVOS que reconstruyan
un sentido hacia la comunidad, reinsertando comprometidamente a los ciudadanos
en los asuntos públicos y en la vida de sus comunidades. Esto se logra
cubriendo las noticias de modo que los ciudadanos sean
el centro, fomentando la participación cívica, mejorando la deliberación
pública y conectando a los políticos, los periodistas y los ciudadanos en la
vida de la comunidad.
Estos periodistas deben pretender y utilizar el
poder de los medios de comunicación para alentar
a los ciudadanos a reflexionar sobre sus necesidades,
acerca de las propuestas que les hacen llegar
los políticos, en torno a las líneas de acción
viables y el costo que ellas implican.
Contribuye también a que las propuestas de los candidatos se realicen desde la
perspectiva de las necesidades sentidas por los ciudadanos.
Se
busca en este país periodistas que revolucionen
en hacer formatos televisivos, que no busquen hacer consumista al público, si no que sea un
facilitador para que la población encuentre
herramientas para poder pensar por ellos mismos y no sean
los programas mediocres quienes piensen
y generen una opinión por la gente, es mejor que se cree una visión crítica de
la televisión colombiana, de esa que es
la mejor llamada “charras-programas”.
USTED PLAGIO UN ARTÍCULO MIO, NO ENGAÑE A SUS LECTORES, USTED ESTA VIOLANDO DERECHOS DE PROPIEDAD INTELECTUAL
ResponderBorrarA USTED LE ENCANTA EL COPY-PASTE, ES TAN DESCARADO QUE TOMO UN ARTICULO DE MI AUTORIA Y LO ASUMIÓ COMO SUYO, LO INSTO A QUE LO RETIRE SI NO QUIERE QUE INTERPONGA LAS MEDIDAS LEGALES CORRESPONDIENTES:
ResponderBorrarmotivada la argentina a treparlo ¡a la fija ¡ en el primer lugar de los programas más vistos de la franja triple A, ha logrado con su cuestionada estrategia de eliminación abrupta de participantes de “bajo rendimiento actoral” un leve repunte en los niveles de audiencia, que hoy ubican a este formato de tele-realidad (si así puede llamársele) en el cuarto lugar.
La televisión colombiana lleva más de seis años sumida en una nefasta encrucijada creativa con tendencia crónica y con muy pocas expectativas de generarse a mediano plazo un radical y necesario giro de 180º, que nos permita disfrutar una televisión de calidad que no siga insultando descaradamente nuestra inteligencia; tal parece que el inexorable cambio generacional, la desaparición de los grandes libretistas y maestros creativos forjadores de una identidad narrativa propia en la televisión, sumando a ello la creciente demanda de un producto ”homogéneo” y “universal” requerido tras las controvertidas alianzas con las grandes cadenas internacionales, han llevado a que paradójicamente la creatividad caiga en un repentino y tedioso estancamiento.
Las tendencias y gustos de la impredecible, quejambrosa e infiel teleaudiencia colombiana, parecen haber sufrido también una inclemente metamorfosis. Hay una complacencia un tanto masoquista ante los productos que ofrece la actual parrilla televisiva; la gran mayoría pega el grito en el cielo por la proliferación de las narco series que hacen apología al delito y los antivalores, de vergonzosos y fútiles realities que exacerban el morbo, de esas telecomedias populacheras y absurdas que rayan hacia lo ordinario o son la burda copia de la comedia gringa, de teleseries con tintes de ficción acerca de la vida de famosos, la mayoría hechas al garete, o las trilladas historias de prepagos. Pero al parecer pese al poco halagüeño panorama televisivo actual, la mayoría se deleita CONSUMIENDO esta llamada “televisión chatarra”, sólo basta con ojear los índices de audiencia de los mismos, para darse cuenta de ello.
Andrés Martínez estas dejando muy mal parada @UNIMINUTOCOL donde usted estudió ¿le enseñaron a plagiar artículos ajenos? ¡no lo creo!
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