miércoles, 28 de agosto de 2013

Por una televisión creativa

¡chatarra!
Eduardo Tilaguy, NRC 6140.

Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica. Nosotros todavía nos lo creemos, pero ¿acaso no seremos un recuerdo? ¿Somos reales? ¿Virtuales? ¿Dónde están los periodistas qué le apuntan al cambio o a transformar las realidades?.

Vivir en un mundo en donde los programas que hoy en día vemos no dejan mensaje alguno, ni siquiera dan ganas de realizar una crítica constructiva al respecto, es tan absurdo lo que se ve en la televisión, que casi no hay necesidad de pensar un poco más allá de lo que estamos viendo, ya que nos están dando todo tan “masticado” que muy pocas personas hacen el esfuerzo de ver más allá de lo que se nos muestran.



Tal parece que el mundo de la farándula no está tan movido últimamente, como si lo está nuestro diario acontecer, todo por cuenta del paro agrario, los desmanes del grupo ESMAD y la reanudación de los diálogos de paz en la Habana. En tanto a nuestra pantalla chica, en materia de rating sigue liderando la teleserie “La selección” y gracias a la “revolución” armada por Miss Analía Michelengeli en el vilipendiado reality “Protagonistas de nuestra Tele” del canal RCN, motivada la argentina a treparlo ¡a la fija ¡ en el primer lugar de los programas más vistos de la franja triple A, ha logrado con su cuestionada estrategia de eliminación abrupta de participantes de “bajo rendimiento actoral” un leve repunte en los niveles de audiencia, que hoy ubican a este formato de tele-realidad (si así puede llamársele) en el cuarto lugar.

La televisión colombiana lleva más de seis años sumida en una nefasta encrucijada creativa con tendencia crónica y con muy pocas expectativas de generarse a mediano plazo un radical y necesario giro de 180º, que nos permita disfrutar una televisión de calidad que no siga insultando descaradamente nuestra inteligencia; tal parece que el inexorable cambio generacional, la desaparición de los grandes libretistas y maestros creativos forjadores de una identidad narrativa propia en la televisión, sumando a ello la creciente demanda de un producto ”homogéneo” y “universal” requerido tras las controvertidas alianzas con las grandes cadenas internacionales, han llevado a que paradójicamente la creatividad caiga en un repentino y tedioso estancamiento.

Las tendencias y gustos de la impredecible, quejambrosa e infiel teleaudiencia colombiana, parecen haber sufrido también una inclemente metamorfosis. Hay una complacencia un tanto masoquista ante los productos que ofrece la actual parrilla televisiva; la gran mayoría pega el grito en el cielo por la proliferación de las narco series que hacen apología al delito y los antivalores, de vergonzosos y fútiles realities que exacerban el morbo, de esas telecomedias populacheras y absurdas que rayan hacia lo ordinario o son la burda copia de la comedia gringa, de teleseries con tintes de ficción acerca de la vida de famosos, la mayoría hechas al garete, o las trilladas historias de prepagos. Pero al parecer pese al poco halagüeño panorama televisivo actual, la mayoría se deleita CONSUMIENDO esta llamada “televisión chatarra”, sólo basta con ojear los índices de audiencia de los mismos, para darse cuenta de ello.

Se busca comunicadores CREATIVOS que reconstruyan un sentido hacia la comunidad, reinsertando comprometidamente a los ciudadanos en los asuntos públicos y en la vida de sus comunidades. Esto se logra cubriendo las noticias de modo que los ciudadanos sean el centro, fomentando la participación cívica, mejorando la deliberación pública y conectando a los políticos, los periodistas y los ciudadanos en la vida de la comunidad.

Estos periodistas deben pretender y utilizar el poder de los medios de comunicación para alentar a los ciudadanos a reflexionar sobre sus necesidades, acerca de las propuestas que les hacen llegar los políticos, en torno a las líneas de acción viables y el costo que ellas implican. Contribuye también a que las propuestas de los candidatos se realicen desde la perspectiva de las necesidades sentidas por los ciudadanos.

Se busca en este país periodistas que revolucionen en hacer formatos televisivos, que no busquen hacer consumista al público, si no que sea un facilitador para que la población encuentre herramientas para poder pensar por ellos mismos y no sean los programas mediocres quienes  piensen y generen una opinión por la gente, es mejor que se cree una visión crítica de la televisión  colombiana, de esa que es la mejor llamada  “charras-programas”.

3 comentarios:

  1. USTED PLAGIO UN ARTÍCULO MIO, NO ENGAÑE A SUS LECTORES, USTED ESTA VIOLANDO DERECHOS DE PROPIEDAD INTELECTUAL

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  2. A USTED LE ENCANTA EL COPY-PASTE, ES TAN DESCARADO QUE TOMO UN ARTICULO DE MI AUTORIA Y LO ASUMIÓ COMO SUYO, LO INSTO A QUE LO RETIRE SI NO QUIERE QUE INTERPONGA LAS MEDIDAS LEGALES CORRESPONDIENTES:

    motivada la argentina a treparlo ¡a la fija ¡ en el primer lugar de los programas más vistos de la franja triple A, ha logrado con su cuestionada estrategia de eliminación abrupta de participantes de “bajo rendimiento actoral” un leve repunte en los niveles de audiencia, que hoy ubican a este formato de tele-realidad (si así puede llamársele) en el cuarto lugar.

    La televisión colombiana lleva más de seis años sumida en una nefasta encrucijada creativa con tendencia crónica y con muy pocas expectativas de generarse a mediano plazo un radical y necesario giro de 180º, que nos permita disfrutar una televisión de calidad que no siga insultando descaradamente nuestra inteligencia; tal parece que el inexorable cambio generacional, la desaparición de los grandes libretistas y maestros creativos forjadores de una identidad narrativa propia en la televisión, sumando a ello la creciente demanda de un producto ”homogéneo” y “universal” requerido tras las controvertidas alianzas con las grandes cadenas internacionales, han llevado a que paradójicamente la creatividad caiga en un repentino y tedioso estancamiento.

    Las tendencias y gustos de la impredecible, quejambrosa e infiel teleaudiencia colombiana, parecen haber sufrido también una inclemente metamorfosis. Hay una complacencia un tanto masoquista ante los productos que ofrece la actual parrilla televisiva; la gran mayoría pega el grito en el cielo por la proliferación de las narco series que hacen apología al delito y los antivalores, de vergonzosos y fútiles realities que exacerban el morbo, de esas telecomedias populacheras y absurdas que rayan hacia lo ordinario o son la burda copia de la comedia gringa, de teleseries con tintes de ficción acerca de la vida de famosos, la mayoría hechas al garete, o las trilladas historias de prepagos. Pero al parecer pese al poco halagüeño panorama televisivo actual, la mayoría se deleita CONSUMIENDO esta llamada “televisión chatarra”, sólo basta con ojear los índices de audiencia de los mismos, para darse cuenta de ello.

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  3. Andrés Martínez estas dejando muy mal parada @UNIMINUTOCOL donde usted estudió ¿le enseñaron a plagiar artículos ajenos? ¡no lo creo!

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