jueves, 12 de septiembre de 2013

como nos venden la moto

Oscar Gutíerrez  ID: 257520

Chomsky inicia el libro a maneta de introducción con una aseveración tajante y sincera sobre la democracia. Él plantea dos definiciones de ésta, la primera, se trata de nuestra concepción normal por la democracia:
“En una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales”
Esta definición parece utópica e irreal en términos de Chomsky que asegura que la visión predominante y actual de la democracia se contrapone rotundamente a esta visión:
“Una idea alternativa de democracia es la que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados”


Chomsky argumenta este planteado a través de sus secciones siguientes.

En su primera división “Primeros apuntes históricos de la propaganda” Chomsky nos muestra el poder de los medios a través de su arma más efectiva: la propaganda. Relata cómo el poder ha utilizado esta arma letal para lograr sus cometidos.

Chomsky rememora la primera operación propagandística de un gobierno democrático, que llevó a los Estados Unidos a involucrarse en la 1ª Guerra Mundial durante el mandato del presidente Wilson, con el apoyo de una población que meses atrás estaría en contra del conflicto.

Esta manipulación de la información se logró gracias a un círculo de intelectuales que conscientemente transmitían la desinformación deseada. Este grupo es a lo Walter Lippman (de quien Chomsky toma algunas ideas en su segunda división), “Clase especializada”, y a la cual da el deber de dirigir y controlar a un “"rebaño desconcertado", que son el resto y mayoría de la población y que ocupan el único papel de espectadores en la sociedad

Chomsky relata que esto se debe gracias a un principio moral (cuestionable) que nace con la incapacidad de la mayoría para tomar decisiones acertadas, Y por tanto se debe" domesticar al rebaño" a través de medios de comunicación, escuela y cultura.

Es en este punto donde el autor señala el gran papel de la industria de las relaciones públicas en el control de la opinión pública. Un caso probatorio, según lo señala el autor, ocurrió en los años 30, cuando se logró neutralizar las acciones reivindicativas de los sindicatos a través de campañas propagandísticas que colocaron a la población en su contra, a través de eslóganes "pro-americanos". El autor señala que estos eslóganes no tienen fundamento racional, pero que precisamente es por ello que funcionan, su papel no es de convencer a entes racionales, es de manipular al “rebaño” a decir simplemente “si”. Es decir, el único interés, (y de ahí radica su poder) con la propaganda es la de fabricar la opinión estimulando el consenso de ideas que favorecen sólo a clase especializada.

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